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sábado, 12 de diciembre de 2009

TABACO


Me matas tan lentamente con ese dulce matar,
que cuando aspiro el veneno de ese sabor irreal
me trasportas a una nube de sueños, paladear
de mil distintos sabores, amargos, de negra sal.
Tan poco a poco me acabas que no siento tu puñal
que se clava, que se enquista como nieve, como mar
en lo profundo del cuerpo, hasta en mi torpe caminar
y produce tambaleos, y me hace balbucear,
entre dolores terribles de tal asfixia fatal,
cuando inhalan mis pulmones ese mortal alquitrán.
Tabaco, por que me matas si no te hice algún mal
y te quiero, ya lo sabes, no dejaré de fumar.

4 comentarios:

  1. Hola Amigo :
    Esta vez, si me lo permites, no voy a alabar tu forma de escribir, tampoco tu técnica ni tu inspiración.
    Sólo te voy a contar una pequeña historia.
    Tengo actualmente 63 años. Empezé a fumar como todo el mundo antes de los 20.
    Para que tengas una idea de la cantidad, 10 cigarrillos diarios.
    Siempre traté de no molestar a quien estaba junto a mí.
    En la casa siempre había cigarrillos y mi esposa, aunque menos, también fumaba.
    Hace tres años le dije : Disfruta el paquete de cigarrillos que aun nos queda porque es el último que vamos a comprar.
    Y no volvimos a comprar.
    Y no volvimos a aceptar invitaciones de los amigos.
    No hicieron falta remedios.
    Sólamente fuerza de voluntad.
    No fue fácil.
    Solo quiero que sepas que si se puede.
    Al otro lado del mundo tienes a un amigo que si pudo.
    Para ser sincero, después de tres años a veces he sentido deseos de fumar, pero me he resistido.

    Recibe un abrazo.

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  2. Wenceslao....
    Querido amigo:
    Tienes toda la razón, fumo desde los 15 años, y seriamente me planteo dejarlo todos los días, acada instante, con cada tos y se que tengo que hacerlo, es más, es una necesidad imperiosael conseguirlo, mi internista que para colmo de "males" es amigo, me lo repite cada vez que nos encontramos. A fe que lo intento,y creeme que lo loraré. Un fuerte abrazo, compañero.

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  3. Tiguaz, te saluda otra fumadora con autoodio. Por eso este poema en realidad me pone muy triste...
    Así que con tu permiso te regalo un pequeño cuento de Enrique Anderson Imbert que a mí me pareció de una simbología perfecta, aunque sea un poco largo para un comentario. Espero que te guste.

    "El nuevo cigarrero del zaguán -flaco, astuto- lo miró burlonamente al venderle el atado. Juan entró en su cuarto, se tendió en la cama para descansar en la oscuridad y encendió en la boca un cigarrillo.

    Se sintió furiosamente chupado. No pudo resistir. El cigarro lo fue fumando con violencia, y lanzaba espantosas bocanadas de hombre convertidos en humo.

    Encima de la cama el cuerpo se le fue desmoronando en ceniza, desde los pies, mientras la habitación se llenaba de nubes violáceas"

    Besitos!

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  4. Impresionante; muchas gracias por este inmerecido regalo.
    Un abrazo grande.

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