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martes, 28 de julio de 2009

A NOCHE TE HICE EL AMOR

A noche te hice el amor,
hiciste el amor conmigo
descargue en ti mi pasión
y sentí tu tacto fino;
imaginé de tu olor,
de tu olor que solo es mío
la sensación de frescor
como del agua de un rio.

De tu calor, el calor,
de tu pelo como mío
la caricia sin rubor
de su tacto fino, frío.
Te desnudé, vive Dios,
te cabalgue, desatino
y así te hice el amor
entre sábanas de lino.

MONTE CIUDADE


MONTE CIUDADE

Recorrí las veredas de tu mano
senderos de hojarasca y arboleda
las sendas de muchos, muchos años
de siglos inquietantes, de leyendas.

Tus pasos seguidos de los míos,
chasquidos de las hojas en las piedras
los robles que nos miran de soslayo.
¡Regresa la princesa, ya regresa!

Salpicadas al uno y otro lado
agrupados en cerros, a los lados,
tapizados por mantos del pasado
dibujando mil figuras sempiternas,
descansaban los muros derrotados
piedra a piedra sobre piedra.

Del pasado tan solo conservado
cual hidalgo jinete de la guerra
Desafiante, tosco, casi osado
suspendido en el aire por la tierra,
sobrevive un puente afianzado
oteando la nada o la quimera.

En lo alto, a lo alto del poblado,
un cercado que abarcar quisiera
por moles de granito flanqueado;
en el centro, con forma de una hoguera,
un reducto de arena calcinada
como pira de fuego de hechicera.

A un lado el monte, al otro lado
embalse de agua traicionera;
del fondo, paredes anunciando
que ahora no es lo que antes fuera.

Silencio, el silencio rezumando
por doquier que la vista distrajera;
silencio espeso, rancio, trasnochado,
silencio que lastima, que me quema.
Escuchar silencio, tanto, tanto
hiere casi como zarpa de una fiera.

Más de pronto, por ensalmo, por encanto,
de los muros derrotados, de las piedras,
lo que era de silencio, tanto, tanto,
fue de vida que del aire renaciera.

De lo alto, un castillo coronado,
de las piedras, de los muros, solo piedras;
por do quiera, en los cerros en los altos,
casas blancas, casas bajas, casas nuevas.

El pantano a verde valle cambiado,
el susurro de una fuente lastimera
va invitando con su canto acristalado
al sosiego, a la paz más placentera.

Ya los robles no me miran de soslayo
Y sus voces, se repiten, ya no cesan
¡Ya regresa la princesa, ya regresa!
Fue un buen sueño ya acabado,
un momento inenarrable de belleza.

Más de pronto en un instante inesperado
lo que fuera un pasado de tristeza
se tornó con tu presencia de buen grado
en la vida de la vida que no cesa.

El silencio nuevamente ha retornado;
los muros piedra a piedra sobre piedra,
los robles que murmuran murmurando,
no abandones tu valle, mi princesa.
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