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jueves, 3 de octubre de 2013

TUPAC (Parte IV)


Foto Tiguaz
En el puente de mando,  al lado de su Capitán, recostando la cabeza en su hombro, a través de la ya casi desvanecida niebla, se recortaba la silueta de Tupac.              
El desacompasado sonido de las anclas rompiendo las cristalinas aguas y el leve tirón que las convulsionó al engancharse en los bajos arenosos, daban por terminada la corta travesía.
De la cubierta del Nuestra Señora de las Mercedes, se arriaban tres botes, de las bodegas, convenientemente trincados y suspendidos por una maraña de redes, afloraban en un número indeterminado, numerosos cofres que albergaban en su interior todo tipo de objetos preciosos, a fin de cuentas, parte del botín que los anglo-holandeses pretendían.
 Sudorosos marineros, remaban febrilmente intentando alcanzar un lugar oculto de  la isla de Faro. Una fuerte corriente a partir de un punto que no sabrían precisar, hizo que el bogar fuera innecesario, una gran oquedad surgida de la nada se abrió ante sus ojos. La bajamar reinante la hacía por momentos más perceptible. La ardua tarea de alijar en lugar seguro aquella pesada y preciada carga, estaba llegando a su fin. La línea de flotación del barco dejaba al descubierto una buena parte de la madera que durante un largo tiempo había permanecido sumergida  indicando así el aligeramiento de su carga.
Velas corsarias se podían ver a lo lejos, el San Juan levaba anclas y a muy corta distancia se colocaba a estribor del Santo Cristo de Maracaibo. Una certera andanada de su artillería lo desarboló casi en su totalidad, el otro, salía al encuentro de los ingleses. Solamente Tupac a la caña lo conducía certeramente a la entrada de las furnas. En un momento desaparecía de la vista de todos.
Los otros dos, en esta ocasión a la caña del San Juan, Vicente Alvarez a toda vela al encuentro de los ingleses. Las troneras de ambos, abiertas, el artillaje bien alimentado por sus servidores que amontonaban todo tipo de proyectiles  en cubierta.
La diferencia de fuego era notablemente desigual, desproporcionada.
Un certero cañonazo del corsario Wilson directo a la santabárbara hizo astillas al Nuestra Señora de las Mercedes, que con su tripulación se volatizo sobre la Mar Océano,  el San Juan, poco podía hacer, dado  el  corto velamen que desplegaba, de todas maneras, vendió cara su derrota tocando por varias veces el casco de su perseguidor, su hundimiento y su coraje fue agónico.
Tupac, dejaba embarrancar su desarbolado barco, el castillo de popa se había convertido en su fortín, acompañada de varios mosquetes y una importante cantidad de pólvora,  esperaba impaciente acontecimientos. Al cabo de unos días sin que nada notable sucediera, decidió saltar a tierra para así reconocer el terreno sopesando todos los factores  que pudieran incidir en su supervivencia.
Arrastrado por el mar, mansamente a sus pies, un sextante, una brújula y tallado en un trozo de madera el nombre de Nuestra Señora de Las Mercedes, el galeón en que durante tantos días de navegación los acompañara fielmente.
Ahora, con el paso del tiempo, con el paso de los siglos, en las claras noches de luna, cuando el viento del sur sopla con suavidad, en las Islas, se escucha una dulce voz que los marinos atribuyen a la bella Tupac que desde entonces sigue vigilando el tesoro a la espera de que regrese su amado Capitán.
Por si pudiera ser de su interés, las Islas Cies están situadas a 42 grados 15 minutos de  Latitud Norte ocho grados 54 minutos de Latitud Oeste y dan abrigo a la Ría de Vigo.
El pécio del Santo Cristo de Maracaibo, es el único de la Flota de Indias que nunca fue localizado.
E.G.A. 
SE ESCURRE LA VIDA

Se me escurre la vida entre los dedos
en cada hora que pasa, los minutos,
y los siento lejanos, tan abruptos
 alimento continuo de estos miedos.

 Susurros tan distantes, casi quedos,
absurdos triviales  tan diminutos
vestidos de uniforme, negros lutos,
pudiendo así  sonar a falsos credos.

Si es de día quisiera fuera noche,
por la tarde quizás que madrugada
 si en el verano un agua salpicada

 contenedor repleto de reproche;
más que importa el andén donde te encuentras
porque al fin es el fondo de tus letras.
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