Amparado en el Norte de tu vientre
cuando ya casi el día se me apaga
rasgándome la piel con una daga
en
cualquier situación donde me encuentre.
Por
cualquier pago de los que me adentre
como ese modo aciago que divaga
que
me cura esa herida que se apaga
y evita de esta forma me descentre.
La
mañana se me hace innecesaria
por
qué tarda en llegar el medio día,
descanso
necesario, la estadía,
ya
que acerca esa tarde extraordinaria.
La
Luna está asomada a mi ventana,
de tu vientre ese roce, mi Sultana.