por
sendas y veredas delirantes
amarrados
quizás a los instantes
que va
marcando a diario aquel el destino.
Enfundado
en andar de peregrino
con
los pasos tal vez obnubilantes
ni siquiera notarlos inquietantes
cual
dibujo plasmado en pergamino.
Y
después la tan dulce primavera
con
los campos sembrados de colores
que rechazan los mínimos temores
deseando
sea eterna compañera.
El
marrón de tus ojos me fascina,
lo
sabes, es mi dulce medicina.