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lunes, 30 de septiembre de 2013

TUPAC PARTE TERCERA

                                                 
  Foto Tiguaz. Puerto de Vigo, Cies al fondo

La flota se agrupaba paulatinamente, poco a poco, un mar de mástiles se agolpaba entorno a Cies.  La decisión que tomaran  no admitía mucha espera ya que la flota corsaria, si las informaciones eran veraces, no tardaría en romper la línea del horizonte.
No había acuerdo. El consejo de Indias, se empeñaba en que esta tomara rumbo a Sevilla, pero la presencia de la escuadra corsaria lo desaconsejaba. Después de largas y acaloradas discusiones, los intereses sobre el oro eran muy variados y de distinta índole, se comisionó a Juan de Larrea para que procediera a supervisar el desembarco de aquel gran tesoro en el puerto de abrigo que tenían más cercano.
Demasiado tarde, la escuadra anglo-holandesa los descubre y se dirige velozmente a su abordaje.
La alarma esta dada y las prisas por reembarcar a cada uno de los tripulantes y sus respectivas barcas, dificultan las maniobras.
Lo que antes era un mar de mástiles, se transformaba en un mar de velas a medio hinchar, ya que las unas entorpecen la función de las otras, recoger viento. Los timoneles en sus puestos, proa a Vigo.
Inopinadamente el Santo Cristo de Maracaibo,  deja el abrigo y a toda vela, con las troneras abiertas, navega hacia los corsarios. A su estela y en la misma aptitud de batalla, el San Juan y el Nuestra Señora de las Mercedes.
Esta amenaza obliga a sus atacantes a realizar una maniobra defensiva, que no es otra que virar su rumbo para repeler el posible ataque poniéndose de costado.
La meteorología se había aliado con ellos. Una densa niebla que impedía ver luz a muy corta distancia, los envolvió de pronto. La táctica había resultado, aunque arriesgada, perfecta y los corsarios, sin apenas moverse a la espera de los acontecimientos mientras los tres navíos de pabellón español, se escabullían de su alcance adentrándose en mar abierto.  Transcurrido un tiempo de espera prudencial y sabiéndose burlados, los ingleses viraron dirigiéndose con premura al  puerto donde presumiblemente ya habrían arribado sus presas
La flota española y su escolta, entraba al abrigo de la ensenada de San Simón convenientemente protegida por la infantería que el almirante George Rooke había preparado al efecto para su defensa compuesta por setecientos infantes, dos compañías, doscientos milicianos quinientos más en la Ciudadela de el Castro además de otros mil en la ensenada de Teis,  lo que hacía de todas maneras una suma muy inferior e la Armada Corsaria, tanto en infantería como en piezas artilleras, con la dificultad añadida de la poca movilidad que tal número de buques podría desarrollar. Estaban metidos, en una  perfecta ratonera a merced de la resistencia que las defensas terrestres  así como las cadenas de contención que atravesaban la ría.
La orden de descarga del Tesoro de Indias se había cursado ya y la actividad era febril en cada uno de los buques. Gran número de carros de bueyes y carretas tiradas por mulas, se apelotonaban en el pantalán a fin de poner a buen recaudo toda aquella fortuna.

Entretanto, y  después de dos estériles horas de incierto rumbo, las tres naos que navegaban bajo pabellón español, avistaban nuevamente Cies

HOLA NOCHE
Hola noche, que tal ¿como te llamas?,
se escuchó aquel silencio impresionante
como torrente de agua deslumbrante
y el olor de los brotes de retamas

A  lo lejos se oían esas nanas
con aquel resplandor seco y brillante
semejante a los besos del amante
que con el Sol bautiza las ventanas.

Si te abrazo me siento complacido
por que pienso y deseo la sonrisa,
alimento de todo mi  sentido

me acaricia envolviéndome en su brisa
rescatando  mi sed de aquel el olvido
que oprime fuertemente la camisa.


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