Una escala de cuerdas surgió del de mayor envergadura para
facilitar que el Capitán de este su ascensión a bordo. Convenientemente
trincados el inconfundible sonido de las anclas lanzadas al agua detuvieron la ya pausada marcha.
Con las troneras cerradas y sin apenas trapo, el tercer
navío armado con doce cañones de gran calibre al mando de Francisco Barragán se
acoplaba sin dificultad alguna a los otros dos. Tres botes con sus
correspondientes tripulaciones se botaron a las tranquilas y transparentes aguas.
Tupac, sentada en la popa de la barcaza,
disfrutaba del hermoso paisaje que de alguna manera recordaba al de su país.
Se estableció un improvisado campamento del que la tienda
central haría de sala de reuniones de
donde saldrían decisiones de vital importancia. Una vez instalado el
campamento, divididos en dos grupos dio comienzo la exploración la isla. La
rica fauna, los sorprendió sobremanera, a tal punto, que podrían vivir sin privaciones de ningún tipo. Los manantiales
de agua, abundantes, multitud de conejos dejaban sus senderos trazados a través
de innumerables caminos que terminaban en madrigueras horadadas en el blando
terreno, colonias de cormoranes poblaban los altos riscos cubiertos de verde
musgo. Al fondo de los barrancos, la quietud de la mar que mansamente
acariciaba la dorada arena de playas totalmente vírgenes, el sol, en su cenit
como un centinela mudo, se ocupaba de todo.
Tupac, refrescaba su cuerpo sumergida en las frías aguas
para posteriormente ofrecerlo a los
rayos del Sol.
Un hallazgo inesperado los sorprendió; la leyenda contada
por viejos marinos sobre las oquedades de las que tenían
La leyenda contada
por viejos marinos sobre las oquedades de las que tenían conocimiento en las
islas, de leyenda de lobos de mar, se volvió realidad tangible.
Ante sus incrédulos
ojos surgieron las Furnas de Cies.
Estas oquedades
marinas, estaban compuestas por numerosas cuevas formadas por la acción del mar
y en cuyo interior, se refugiaban todo tipo de seres vivos.
Estaban decoradas, así lo había establecido la madre
naturaleza, por un sin fin de estalagmitas y estalactitas que caprichosamente
colgaban de su techo o bien surgían de su suelo.
En gran parte eran perfectamente navegables al tratarse
prácticamente de lagos interiores
En circunstancias normales, estos grandes tesoros, tendría
que haberse dirigido siguiendo la conocida ruta de Indias al puerto de Sevilla
como siempre se había hecho, pero en esta ocasión dado el acecho de la armada
corsaria, era más prudente acortar el
trayecto buscando el abrigo de un puerto de refugio, Vigo, que a priori contada
con unas buenas defensas costeras, el baluarte de el Castro, el castillo de
Corbeiro y el de Domaio.
Era imprescindible reagrupar la flota para todos juntos
acceder a la ensenada de San Simón, ya que toda vez que la flota estuviera a su
abrigo, un fuerte cordón de cadenas la rodearía para así impedir el acercamiento de los navíos
enemigos.
Entretanto, los tres Capitanes, Vicente Alvarez, Rodrigo
de Gaveal y Francisco Barragán, esperaban instrucciones referentes a la
conveniencia de terminar su estadía en Vigo o continuar a Sevilla según era
costumbre.