Como siempre, a la hora, sonar en la mañana
con los ojos cerrados los pies buscan las chanclas;
una ducha, deprisa, empieza otra jornada.
Cafetera en el fuego, preparo dos tostadas.
Afeitado apurado, camisa lisa, blanca
corbata, la adecuada le va a la americana;
zapatos relucientes, espejos de miradas,
la hora me atropella, un sorbo de mi taza.
Entrando en mí despacho saludo con desgana;
un frío buenos días, la agenda colocada
indica entre puñales las pautas alocadas.
Comida hacia las cuatro, la mesa reservada,
después dos reuniones, detente, para, para…
Me bajo de este carro; adiós, adiós, corbata.